“La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas.”
Me encanta esta cita de Jack Kerouac, porque no puedo estar más de acuerdo con ella.
Define a la perfección lo que siento por mi profesión, lo que siento cuando alguien me hace el honor de venir a mi consulta y compartir conmigo su “locura”. Por supuesto, hay casos y casos, no quiero parecer frívola, pero todos y cada uno de ellos me resultan fascinantes, porque me otorgan el privilegio de explorar la inacabable diversidad del ser humano.
En este post ¡Mi primer post! ¡Qué emoción! He querido centrarme en la creatividad por una razón muy sencilla y muy asombrosa a la vez: Muchas de las personas que pasan por mi consulta son, sencillamente, personas creativas. Si, así, sin más. No les pasa “nada” ……nada más, que no encajan. No encajan en la estructura social estándar. Y, como no están “locas”, lo notan y es esta discrepancia entre lo que se espera de ellos y lo que ellos esperan de sí mismos, lo que les plantea problemas. ¿Cómo os quedáis?
Pues así me quedo yo cada vez que entra una de estas personas en mi despacho para decirme que lo pasan mal, que su autoestima no saben por dónde anda, que dudan de sus capacidades, que la gente no les comprende…… que intentan ser “normales” pero no pueden.
Esto no es de hoy, no, ¡qué va! a lo largo de la historia de la humanidad el concepto de “creatividad” ha sufrido muchas transformaciones pasando de ser considerado un don otorgado por los dioses, a una característica de la personalidad, pero, cualquiera que sea la definición que se utilice, en todas las épocas se la ha relacionado con la psicopatología. En fin… ¡cosas que pasan!
Para Platón, el talento era “el entusiasmo que arrastra fuera de uno mismo” (¡qué bonito!). Para Aristóteles, la creatividad era un proceso racional originado en la naturaleza, pero ya señalaba que los grandes científicos y artistas tendían a la melancolía (Ya empezamos….). Durante la Edad Media surgió la idea de la asociación entre la creatividad y la patología mental (¡la de creativos que ardieron por esa época! El Bosco porque es ya de muy final de la Edad Media, ¡qué sino no se libra tampoco!). En el siglo XVII se produjo un cambio de paradigma, y se comenzó estudiar la creatividad y su relación con la psicopatología utilizando el modelo científico, ya que se empezó a considerar a la creatividad como una característica de la personalidad susceptible de ser estudiada a través de dicho modelo. A finales del s. XIX, Maudsley replantea la paradoja de que si bien el genio es la máxima expresión de la potencialidad humana, también lo es de la anormalidad mental (¡y dale!) y concluye que tanto en los individuos geniales como en los enfermos mentales hay una neurofisiología “alterada”. Menos mal que, en la misma época, Galton rebate esta idea argumentando que la genialidad no es una cualidad extraña, rara o extraordinaria sino una habilidad biológica y natural (¡Ese Galton se merece una ola!) Desde su planteamiento, lo que ocurre es que aquellos que tienen una mente extremadamente activa son excitables y “peculiares” (¡como los niños de Miss Pellegrin!), y pueden parecer locos a veces (Ains, ¡que cruz con la dichosa etiqueta…!). Con Galton empieza el estudio de la creatividad desde las ciencias naturales. No se mostró seriamente interesado por comprender las operaciones mentales mediante las cuales algunos individuos producen ideas originales, diferentes, sino que, más bien, se centró en buscar componente genético o hereditario de la creatividad, pero ¡oye!, algo es algo….teniendo en cuenta de dónde veníamos…..
En el siglo XX le damos cuerda al reloj hacia atrás y se empieza a asociar la creatividad con determinados tipos de patología (¡Adiós, Galton, adiós!), siendo las más comúnmente mencionadas la depresión, el alcoholismo y el trastorno bipolar.
A estas alturas igual os estáis ya preguntando qué es la creatividad ¿no? Bueno, pues ahora viene cuando nos reímos de verdad: ¡No existe una definición universalmente aceptada! Lo que existe es una gran variedad de criterios a la hora de definir la misma.
¿Así, cómo vamos a trabajar, oiga? Pues como podemos. La investigación publicada sobre el tema, basándose en esta ambigüedad de constructo, ha empleado criterios muy amplios para medirla: Así, han sido utilizados test cognitivos, sobre todo los relacionados con pensamiento divergente, asociaciones remotas y asociaciones de palabras en las investigaciones que examinan la creatividad desde el punto de vista de la personalidad; otros criterios utilizados son la motivación, la cultura, el potencial creativo, los rasgos de personalidad creativa y la auto percepción de los sujetos sobre su capacidad creativa en diferentes ámbitos……. ¡De todo, vaya!
De manera que tenemos un constructo que no está claramente definido y utilizamos para medirlo lo que nos va pareciendo bien….. ¡y con estos ingredientes queremos cocinar teorías científicas! Pues lo cierto es que hoy por hoy, y a pesar de que la literatura científica y popular reciente han promovido con mucho entusiasmo esta asociación entre la creatividad y enfermedad mental, este entusiasmo no se ha visto respaldado por la evidencia científica.
Así en trabajos ya clásicos, como los de Judá (1949), que estudió los registros de 294 genios varones, en dos grupos integrados por 113 artistas y 181 científicos y estadistas de países de habla alemana encontramos los siguientes resultados. En un 4-8% de los artistas y un 4-0% de los científicos y los estadistas se encontraron desequilibrios psicológicos funcionales. Estas cifras no son mucho más altas que las esperables en la población general. La gran mayoría de los personajes ilustres eran psicológicamente normales y no tenían enfermedad mental alguna, ni ninguna desviación mórbida o antisocial de la personalidad. Ante estos resultados la única conclusión válida a la que Judá pudo llegar fue, en contra de la opinión popular generalizada, que el genio y la locura no están correlacionados. (¡Alto y claro, por favor! ¡NO EXISTE CORRELACIÓN!)
Sin embargo, la idea que sigue sustentando la opinión popular sigue siendo la contraria. ¿Cuál puede ser la explicación a esto?
Tenemos dos hipótesis:
1º- Quizá esto se explique por un deseo de desestigmatizar la enfermedad mental, mostrando que también tiene un lado positivo y deseable.
2º- O por el contrario, puede ser un intento de desacreditar a los sujetos creativos, de calmar la autoestima herida de la mayoría de la población que no sobresale por sus dotes creativas, que de este modo pueden consolarse con la idea de que al menos no están “locos”.
En cualquier caso, el seguir manteniendo la idea de la asociación entre creatividad y locura, aun cuando, como hemos visto, no existe base científica para ello, supone más perjuicios que beneficios para la causa de la creatividad; y una trivialización de la enfermedad mental.
Así, igual que a mi consulta acuden muchas personas creativas angustiadas por ser “raros”, por estar “locos”, también hay casos en los que en base a la desafortunada asociación citada, muchos sujetos con serios desórdenes mentales rehúsan seguir un tratamiento por miedo a ver disminuido su talento o incluso a ver afectadas negativamente, o ralentizadas, sus capacidades intelectuales en general y limitado su rango emocional y perceptual, con todo lo que esto conlleva de dificultades añadidas para conseguir una adecuada adhesión al tratamiento que necesitan, en detrimento de su calidad de vida y la de los que les rodean.
Espero haber contribuido con este post, aunque sea ínfimamente, a aclarar ideas y a ayudar al abandono, de una vez por todas, esta posición mantenida por tradición pero sin sustento científico alguno, a que los creativos y creativas del mundo os sintáis mejor con vosotros mismos y, ya que estamos, a enfocar la investigación futura en encontrar vías válidas tanto para prevenir y paliar en lo posible la enfermedad mental, como para fomentar la creatividad.
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