“La perfección es una pulida colección de errores”
Mario Benedetti
¿Habéis sufrido alguna vez ese síndrome en el que nunca hay descanso,
nada es suficientemente bueno, y siempre hay que subir un escalón más, sin saber ni siquiera en cual estamos, ni porque hay que subir más? ¡Yo sí!
Es el síndrome del perfeccionismo, una trampa muy peligrosa, que nos bloquea y hace que nuestra calidad de vida se vaya, directamente, a freír monas.
Los rasgos más característicos de este síndrome son:
- Perfeccionismo y minuciosidad.
- Tendencia al control y la previsión.
- Sentido exacerbado de la justicia.
- Hiperexigencia con uno mismo y con los demás.
- Exagerada atención al qué dirán.
- Pensamiento dicotómico, todo es blanco o negro, hay pocos grises en la vida.
- Anticipación permanente de consecuencias negativas (rebautizado como “futuribles angustiosos” por uno de mis más queridos pacientes J).
- Tendencia a la frustración, se da mucha más importancia a lo que falta por hacer que a lo ya hecho.
- Elevado grado de ansiedad, alternando con periodos en los que aparecen síntomas depresivos.
Y por si esto fuera poco, llegamos los psicólogos con nuestras palabrotas técnicas y a las personas que tienen la mala suerte de encontrarse en estas circunstancias les llamamos “anancásticos” y les emparentamos con el espectro psicopatológico obsesivo (¿os he dicho ya que odio las etiquetas? Habrá post sobre esto). ¡En fin! ¡Un horror!
Pero que no cunda el pánico, ¡de aquí también se sale! ¿No os habéis fijado que al principio del post os he confesado que yo también sufrí este síndrome? Sufrí = Pretérito perfecto simple. O sea PA-SA-DO.
Vamos a ver si con algunos puntos clave os puedo ayudar a salir de ahí, y si no has caído ahí, enhorabuena, pero léetelo también, ¡nunca está de más vacunarse!
Punto nº 1: La perfección no existe.
Nadie es perfecto, y tú tampoco.
Todos tenemos puntos fuertes y puntos débiles. Aunque alguien sea brillante en algo o muy muy bueno en una cosa, en otra área no lo será, porque no existe la perfección.
Punto nº 2: Cometer errores es humano
Es propio del ser humano cometer errores. Es algo que olvidamos con frecuencia y que nos pasa una elevada factura.
Es necesario aprender a pedir perdón, esperarlo, aceptarlo y agradecerlo, y quizá más importante aún es aprender a pedirnos perdón y perdonarnos a nosotros mismos.
Punto nº 3: Valorar el esfuerzo, no los resultados
¡No seáis injustos con vosotros mismos!
Hay que aprender a analizar nuestras acciones serenamente, con independencia de los resultados que se obtengan. Dadle más importancia al esfuerzo y la constancia que pongáis en intentar ser la mejor persona posible, en dar lo mejor de vosotros mismos, que al logro de unos objetivos concretos.
Punto nº 4: Suficientemente bueno es suficiente ¡Está bien! ¡Disfruta!
No pienses en hacerlo perfecto, piensa en hacerlo lo mejor posible, con las habilidades y los conocimientos de los que dispones en ese momento.
Punto nº 5: Se valiente
Hay que ser conscientes de las propias limitaciones y capacidades, pero sin prejuicios ni temores innecesarios. Al considerar los propios errores conviene hacerlo en un contexto amplio, sin minimizarlos ni tampoco magnificarlos. Intenta vivir sin miedo a los posibles errores que puedes cometer en un futuro. Se prudente, pero no timorato.
Punto nº 6: Se realista, no perfeccionista
Con las habilidades, experiencias y herramientas con las que dispones ahora, ¿Son realistas los resultados que esperas? A veces esperamos unos resultados que no nos pertenecen, porque como somos tan perfeccionistas, esperamos una realidad que no es realista.
Punto nº 7: Trátate bien
De nada sirve lamentarse, juzgarse o tratarse con dureza. No tiene sentido irritarse o indignarse porque aquello que habíamos soñado lograr o vencer ha resultado ser una nueva derrota o sencillamente porque se comprueba una vez más que uno tiene errores.
Se comprensivo, tolerante e indulgente contigo mismo y con los demás. ¡No tengas miedo! Tratarte con respeto y consideración a ti mismo no significa que vayas a caer en una espiral sin fondo de auto-complacencia y permisividad. ¡No te vas a convertir en un mediocre! ¡Todo lo contrario! Lamentarse y descalificarse de un modo radical y por completo lejos de ayudarte, te paraliza.
Punto nº 8: Busca la constante mejora y disfruta de ella
Si hoy no has hecho algo tan bien como esperabas, proponte hacerlo mejor la próxima vez, aprende de la experiencia y busca las áreas en las que has fallado para mejorarlas en el futuro: haz números, repasa cada uno de los pasos dados, busca información y puntos de referencia para ver dónde puedes mejorar. Observa qué te gustaría mejorar, y anótalo, practica para lograrlo, planifica mejor.
Cuando aplicas esta idea, ocurren dos cosas: la primera, es que en cada cosa que haces en vez de esperar un resultado perfecto, observas el resultado aprendes de él y tomas nota de lo que tienes que mejorar.
Y segundo, disfrutas del proceso de hacer, evaluar y mejorar, y esto es muy importante, porque cuando uno es perfeccionista nunca hay victorias y las victorias son fundamentales para mantener la motivación.
Punto nº 9: Sé honest@
Si has hecho últimamente algo y los resultados no te han gustado nada, ¡Se honest@! Pregúntate «¿Me he esforzado y ha salido lo mejor posible con los conocimientos que tengo en este momento?” Si es así, sigue adelante, la próxima vez te saldrá mejor.
Si has respondido no, entonces pregúntate ¿qué puedo hacer para mejorar el resultado con las habilidades y conocimientos de los que dispongo en este momento?
Punto nº 10: Celebra los logros
La próxima vez que hagas algo y lo consigas hacer lo mejor posible con las habilidades y medios con las que cuentas en ese momento, y con las circunstancias en las que te encuentras ¡Has triunfado! ¡Celebra cada victoria! Haz algo para celebrar que no eres perfect@ pero sí ¡que estás mejorando cada día!
No esperes a que las condiciones sean perfectas para empezar. Empezar hace que las condiciones sean perfectas
Permítete ser un principiante, nadie comienza siendo excelente. Querer hacer las cosas extremadamente bien puede significar que al final no las hagas nunca.
Para terminar, no quiero olvidar mencionaros algo muy importante. Salir de las garras del perfeccionismo no solo os dará más paz interior y os permitirá avanzar en vuestros proyectos, sino que mejorará sustancialmente vuestras relaciones con los demás, porque comprenderse a uno mismo, incluso en lo que respecta a los propios errores, ayuda a ser más justos y comprensivos con las debilidades y errores ajenos, a ser prudentes a la hora de juzgar a los otros.
La perfección ¡NO EXISTE! Que no se os olvide nunca por favor.